La vaca alienígena vuela libremente
por el cielo sin pasaporte
porque es una demente
¡Obviamente!
En calzones hace deporte
con una gorra de ositos
y va comiendo copitos
sin que a nadie le importe…
(Lucas Salvi, 11 años)
La vaca alienígena vuela libremente
por el cielo sin pasaporte
porque es una demente
¡Obviamente!
En calzones hace deporte
con una gorra de ositos
y va comiendo copitos
sin que a nadie le importe…
(Lucas Salvi, 11 años)
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A Valeria Dávila, que nos inspiró
con su cuento “La familia de Pablito”
(en: El afinador de mosquitos, Sigmar, 2011)
Hay veces que en un mismo grado se junta todo. La más estudiosa y el más vago. La súper charlatana y la recontra enamoradiza. El mayor mentiroso de la historia y el hiper distraído. Y la más golosa, porque en eso a Florencia no le gana nadie.
Es tan pero tan golosa que el kiosco de la vuelta de su casa tuvo que cerrar porque lo dejó vacío. Es tan pero tan, tan, tan golosa que en una semana engordó como un elefante y en la siguiente, como todo el planeta Tierra junto. Y fue de verdad increíble, porque por sus piernas subían los barcos y sobre su cabeza pasaban los aviones. Dice que pudo mirar de cerca la Muralla China y que se le enfriaron los pies en el Polo Sur.
Y eso no es todo. Porque Florencia es tan pero tan, tan, tan, tan, tan, tan supergolosa que se comió el kiosco de la escuela y, como tiene digestión lenta, recién al tercer día escupió a Juan, el kiosquero; y al cuarto, el toldo.
Es tan pero tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan requete golosísima que cuando fuimos a la plaza y vio al vendedor de pochoclos se le hizo agua la boca: en menos de una hora se juntaron 3000 ml. de baba y tuvieron que rescatarnos a todos en canoa.
El caso de Agustín es muy distinto. A él no le gustan tanto las golosinas, o por ahí ni siquiera se da cuenta de que está cerca de alguna. Porque Agustín es tan distraído, que una vez se desvío 1.000.000.001 cuadras de la escuela por andar pensando en cualquier cosa. Sigue leyendo
El mono era muy feliz en el espacio como astronauta pero su nave se estrelló por un meteorito y cayó en la tierra. La serpiente, al verlo herido, tuvo un plan:
–Sé mi sirviente por un tiempo y luego te nombraré rey –le dijo, mintiéndole.
–Sí, sí ¡seré tu sirviente!– le contestó el mono.
Un día el mono estaba limpiando y apretó un botón sin querer. De la impresora salió un papel que decía: «Mi plan es matar al mono cuando duerma, y me lo comeré. La serpiente.»
Al día siguiente el mono le dijo a la serpiente:
–No seré más tu sirviente ¡Me mentiste! –Y agarró a la víbora y la tiró al fin del cielo, y la serpiente murió. FIN.
Moraleja: No confiar en las serpientes.
Lucas Salvi (9 años)
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Yo tengo un mono oloroso
boliviano y apestoso
y tiene mocos colgando
¡es porque estuvo llorando!
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